miércoles, 12 de mayo de 2010

Como reaccionar Prudentemente ante la Tentacion


Cómo reaccionar prudentemente
ante la tentación;
Por; Rafael H Rodriguez.

Las tentaciones son inevitables.

Creo que una persona debe darse cuenta en
cuáles áreas de su vida está siendo tentada.
Probablemente descubra que su debilidad sea
diferente a la de los demás. Sin embargo, ni aún
el creyente más maduro está exento. Si escudriña
toda su vida y las circunstancias que le rodearon
en el pasado, ¿en qué área de su vida se siente
más propenso a ser tentado? O, ¿en qué
momento de su vida considera que es voluble?
Al confrontar una tentación, ¿cómo reacciona?
¿Lanza un grito desesperado para pedir ayuda a
Dios? O, ¿termina cediendo a la tentación? La gran
mayoría busca una explicación, siente culpa,
promete a Dios una y otra vez no volver a
hacerlo, pero vive toda una vida de derrota.

¿En qué consiste la tentación?

La tentación es una incitación, una atracción,
un deseo de nuestra naturaleza humana para
ir más allá de los límites establecidos por Dios.

Hay tres fuentes de la tentación según la
Epístola de Santiago: «cada uno es tentado,
cuando de su propia concupiscencia es atraído
y seducido» (Stg 1.14). Primero, algunas tentaciones
simplemente surgen de nuestras decisiones
«carnales». Segundo, el diablo nos tienta
(1 Ts 3.5) de la misma manera como engañó a
Eva en cuanto a las consecuencias de su rebelión
contra Dios (Gn 3.1–5). El objetivo de Satanás es
distraernos de nuestra relación con el Padre
celestial. Tercero, el sistema que gobierna este
mundo es una fuente de tentación.

La tentación es diferente a la prueba.

Una tentación es una incitación que lleva a
desobedecer a Dios, mientras que, la prueba
es un período de dificultad en la vida de
una persona. Dios permite tanto la tentación
como la prueba en nuestras vidas para que
aprendamos a depender de Él.

Mitos creados sobre la tentación. Algunos
cristianos creen que la tentación en sí es un
pecado, que «caen» en tentación, como si no
hubieran tenido nada que ver en el proceso.
Aunque hay momentos en los que lo más sabio
es huir de la tentación (2 Ti 2.22); no siempre
podrán escapar de ella o alejarse de la situación.

¿Cómo funciona la tentación en la
vida de una persona?

Si la tentación se convierte en pecado, sigue
el patrón explicado en la Epístola de Santiago.

Proceso de la tentación, Santiago 1.13–16.

Pensamiento: Todo comienza en nuestra
mente, en la manera como mentalmente
recreamos lo que nos gustaría tener o hacer.

Imaginación: Busca los sueños no complacidos
y cómo deberían realizarse.

Deseo: Inclina el corazón a visualizar el disfrute
de algo que se anhela.

Voluntariedad: Es un deseo intencional,
motivado por nuestro antojo o capricho.

Decisión: Es elegir sobre una idea que se había
procesado previamente en nuestra imaginación y
toma forma en el pensamiento para hacerse real.

Consentimiento: Es tomar voluntariamente la
decisión de pecar contra Dios.

Pecado: Es la consecuencia última que
lleva actuar fuera de la voluntad de Dios en
desobediencia a su Palabra.

Todo creyente tiene dentro de sí, en la persona
del Espíritu Santo, poder para detenerse en
cualquier punto de este proceso de la tentación.

¿Cómo construir un sistema de
defensa para reaccionar ante la
tentación?

Debemos asumir la responsabilidad: Implica
que debemos estar dispuestos(as) a reconocer
nuestros errores sin culpar a nadie más, a revisar
nuestros pensamientos, nuestra imaginación,
deseos y decisiones.

¿Cómo edificamos este sistema de
defensa en nuestras vidas?

Primer paso, enfocarnos en el cuadro
completo: estar consciente de las consecuencias
con respecto a la voluntad y el plan de Dios para
el proyecto de nuestra vida en relación a nosotros
mismos, a nuestros seres queridos, en nuestras
relaciones interpersonales, en salud y finanzas.

La táctica de Satanás es lograr que centremos
nuestros pensamientos y actitud priorizando «algo»
que afectará nuestras acciones, agenda y toda
nuestra vida. Su enfoque está en eliminar toda
preocupación por las consecuencias del acto.

Segundo paso, recordemos la promesa de
Dios, de 1 Corintios 10.13: Apropiémonos de
ella: «No [me] dejará ser tentado(a) más de lo
que [pueda] resistir».

Dependamos del Espíritu Santo: resista la
tentación en el poder del Espíritu Santo. El Señor
Jesús dijo que enviaría al Consolador, el Espíritu
Santo, nuestro Ayudador (Jn 14.15–16).

Estemos conscientes de las áreas en que
somos tentados: Él dice que el amor al mundo,
la carne, el diablo, son las cosas que nos destruyen
(1 Jn 2.15–17). Fijemos nuestra mente en las cosas
de Dios. «[Pongamos la mirada] en las cosas de
arriba, no en las de la tierra» (Col 3.2). Él sabe
exactamente cómo apartar nuestra mente de
aquello que nos tienta hacia lo que nos fortalecerá.

Tercer paso, debemos leer la Biblia:

Comencemos nuestro día de rodillas meditando
en la Palabra de Dios. Entonces, al trascurrir
el día, Él traerá esa verdad que dará claridad y
protección a nuestra mente en contra de la
tentación. Edifiquemos nuestra vida en la verdad
sobre los fundamentos de la Palabra de Dios
para que nos fortalezca y capacite a fin de que
nuestros pensamientos, convicciones, sistema
de creencias estén acorde con las bases bíblicas.
Recuerde:

1.Dios está en control soberano y absoluto de
todas las cosas, la gente y las circunstancias.

2.Obedezcamos a Dios y dejemos las
consecuencias en sus manos.

3.Confiemos en Él en cada circunstancia de
la vida.

No cabe duda que no podremos escapar de la
tentación, pero Dios promete que en el proceso
de confrontarla, aprenderemos a resistir sin
sucumbir a ella. De esa manera, sabremos
su procedencia y no nos excusaremos con
nuestra conducta. El Señor estará allí para
hacer posible que podamos superarla, no
evadirla, sino soportarla de una manera
agradable delante de Él.

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